¿Un desayuno por 10 euros? Así es como la vida camper se está alejando de los bares


Salir de ruta en camper siempre ha sido para mí sinónimo de libertad. Me encanta la sensación de aparcar junto a un bosque o una playa, abrir las puertas y sentir el mundo justo ahí, a unos pasos. Parte de esa experiencia, al menos hasta hace poco, incluía parar en un bar del pueblo, tomar un café tranquilo, probar una tapa típica o comer un menú del día sin mirar dos veces el precio.

Pero últimamente, esa costumbre tan sencilla se ha convertido en un gesto cada vez más raro. Y no por falta de ganas, sino porque los precios de los productos básicos en bares y restaurantes se han vuelto, sinceramente, desorbitados.

Café, tostada… y sorpresa en la cuenta

Pongamos un ejemplo: hace unas semanas, durante una escapada de fin de semana, paré en un bar muy pintoresco. Pedí lo de siempre: un café con leche y un café solo . Nada fuera de lo normal. Cuando me trajeron la cuenta, tuve que mirar dos veces: 3,60€. ¿Por dos cafés? Y no, no estaba en el centro de Madrid o Barcelona, ni en una terraza de moda. Era un bar de carretera donde solían parar muchos camioneros.

Situaciones como esta se repiten en cada parada. La caña de cerveza que antes costaba 1,50€, ahora puede estar entre 3 y 4 euros. Un plato combinado sencillo puede superar los 15€, y un menú del día en una zona turística puede llegar fácilmente a los 20€.

Esto nos obliga a repensar nuestras rutinas cuando viajamos en camper. Ya no es tan fácil improvisar una comida en el primer bar que aparece. Antes bastaba con seguir el olfato y parar donde se viera gente local. Hoy, muchas veces, tenemos que buscar alternativas si no queremos fundir el presupuesto en dos días.

De plan espontáneo a cálculo constante

Uno de los mayores placeres de viajar en camper es la espontaneidad: parar donde te apetece, comer cuando tienes hambre, dejarte llevar. Pero los precios actuales están matando esa libertad poco a poco. Lo que antes era un gesto simple –entrar a un bar y pedir sin mirar la carta– ahora requiere cálculo, comparación, incluso resignación.

No se trata de no querer pagar. Entiendo perfectamente que los bares también están sufriendo el aumento de costes: electricidad, materias primas, alquileres… Pero hay una gran diferencia entre ajustar precios con lógica y aprovechar el tirón o la moda para aplicar tarifas imposibles.

Y es que el problema no es solo el precio en sí, sino la desconexión que crea. Muchos bares han dejado de ser ese punto de encuentro cálido y accesible, y se han convertido en lugares donde uno se siente fuera de lugar si no pide con cuidado.

Cocinar en la camper: elección o obligación

Cuando salgo de ruta, me gusta combinar: algunas comidas en la furgo, otras fuera. Me encanta descubrir pequeños bares familiares con comida casera, donde te sirven un plato de cuchara con pan recién hecho. Pero cada vez me cuesta más encontrar sitios así donde no te sientas estafado.

He terminado cocinando más de lo que me gustaría. No porque quiera ser siempre autosuficiente, sino porque el precio de un desayuno o una cena sencilla en la calle se ha vuelto comparable al coste total del día de viaje. Y así, lo que era una experiencia compartida y social se convierte en una rutina solitaria en la cocina portátil.

¿Dónde está el equilibrio?

Este artículo no es una queja sin sentido. Es una reflexión. Sigo disfrutando del bar de toda la vida, del camarero que recuerda tu nombre, del vino servido sin pretensiones. Pero cada vez me cuesta más encontrar ese lugar entre tanta carta inflada y menú con precios para extranjeros.

Lo que echo de menos no es solo el ahorro económico, sino la sensación de formar parte del lugar, de sentarte en una mesa como uno más, sin preocuparte de si el café cuesta más que un litro de gasolina.

¿Qué hacemos ahora?

Creo que hay margen para cambiar. Algunos bares lo están haciendo bien: apuestan por menús sencillos, con precios razonables y atención cercana. Y lo agradezco mucho. Quizás la clave está ahí: en recuperar lo esencial, en volver al bar como punto de encuentro y no como una trampa para turistas despistados.

Mientras tanto, seguiré viajando en camper, disfrutando del camino, pero con una mezcla de nostalgia y frustración cada vez que paso por delante de un bar bonito… y sigo de largo porque el presupuesto no da para tanto.

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