Viajar en furgoneta por la costa española: conflictos, libertad y prejuicios reales

Camper en la costa

Viajar en furgoneta por la costa española: libertad, conflictos y muchas contradicciones

Llevo más de cinco años viajando en furgoneta por las costas de España. Para mí, esta forma de moverme no es solo una opción turística, es un estilo de vida. Me gusta despertar frente al mar, cocinar con la puerta trasera abierta y ver el atardecer desde algún rincón tranquilo. Pero lo que al principio parecía un sueño de libertad, hoy se ha vuelto, en muchas zonas, un laberinto de restricciones, prejuicios y conflictos que no siempre tienen sentido.

Lo que más me duele no es tanto que haya normas —entiendo que todo debe tener límites—, sino que, muchas veces, detrás de las prohibiciones hay intereses económicos camuflados, especialmente por parte de algunos campings. Y, lo que es peor, que se generalice el rechazo hacia quienes simplemente queremos viajar sin molestar.

¿Por qué tantos viajamos en vehículos vivienda?

Después de la pandemia, mucha gente descubrió el mundo del van life. Ya no somos unos pocos raros recorriendo playas solitarias. Somos familias, parejas, jubilados, jóvenes teletrabajando… todos buscando una forma más flexible y económica de conocer nuestro país.

Viajar en furgoneta o autocaravana no significa querer todo gratis ni invadir espacios. La mayoría de nosotros respetamos el entorno, gastamos dinero en los comercios locales y buscamos rutas donde no molestemos a nadie. Pero parece que eso no siempre es suficiente para algunos.

Las costas donde más conflictos he vivido

He recorrido casi todo el litoral español y he notado que hay zonas especialmente hostiles hacia los vehículos vivienda. Aquí te cuento lo que he vivido:

  • Costa de Huelva: en Isla Cristina, la policía ha desalojado campers legalmente aparcadas. Las quejas vienen, según muchos locales, de los campings cercanos.
  • Costa del Sol: en Torre del Mar las ordenanzas locales son tan ambiguas que cualquier pernocta puede acabar en sanción.
  • Costa de Galicia: en Covas hay mucha presión social, y las redes sociales se han convertido en una herramienta de señalamiento público.
  • País Vasco: en Zarautz o Getaria hay vigilancia constante, presión vecinal y ordenanzas que dificultan incluso dormir dentro del vehículo.

¿Qué hay detrás de tantas quejas?

La crítica más habitual es que no queremos pagar camping. Pero la realidad es que no siempre necesitamos los servicios de un camping. Muchos solo queremos dormir, sin desplegar nada, y seguir nuestra ruta. ¿Por qué tenemos que pagar por eso?

Además, no puedo evitar pensar que muchas de las quejas vecinales están alimentadas por los propietarios de campings, que ven nuestra libertad como una amenaza. Algunos incluso se organizan para presionar a los ayuntamientos, impulsar normativas restrictivas o fomentar campañas de “saturación” en medios.

Ambigüedad legal: dormir no es acampar

Según la normativa estatal, si estás correctamente estacionado y no sacas elementos al exterior, puedes dormir legalmente en tu vehículo. Eso no es acampar. Pero muchos ayuntamientos aplican normativas confusas y terminan multando incluso cuando no hay infracción.

Yo mismo he tenido que recurrir una multa por pernoctar legalmente. Por suerte, la gané. Pero no todo el mundo sabe que puede hacerlo.

Sí, hay formas de convivir sin conflicto

Viajar en camper no tiene por qué ser sinónimo de caos. Existen formas de gestionar este tipo de turismo sin criminalizarlo. Por ejemplo:

  • Crear zonas públicas o privadas bien señalizadas para pernoctar.
  • Informar con claridad, sin ambigüedad legal.
  • Educar tanto a viajeros como a residentes en convivencia y civismo.

He estado en áreas municipales en Francia y Portugal donde todo está claro, bien organizado y se respeta a los viajeros. ¿Por qué aquí no podemos tener algo parecido?

Nosotros también aportamos valor económico

Se suele decir que los “camperos” no dejamos dinero. Eso es falso. Cada día gasto en panaderías, tiendas locales, gasolina, cafés… No me alojo en hoteles, pero eso no significa que no apoye la economía local.

Rechazar a este perfil de viajero es un error, sobre todo en municipios que dependen del turismo.

De hecho, si se facilitara más este tipo de turismo, estoy convencido de que las economías locales ganarían mucho más.

Reflexión final: ni vagos, ni delincuentes

Viajar en furgoneta es una elección de vida. Algunos lo hacemos por ocio, otros por necesidad, y muchos por filosofía. No somos delincuentes ni vagos, y tampoco pretendemos invadir o estorbar. Solo pedimos respeto y un espacio donde podamos convivir sin miedo, sin prejuicios, y sin sentir que estamos siempre al borde de una multa.

Si los municipios, los vecinos y los empresarios turísticos supieran ver más allá de los tópicos, descubrirían que podemos ser parte de la solución, no del problema.

Una regulación equilibrada y bien pensada puede beneficiar a todos.

¿Te interesa seguir este tema?

Te recomiendo visitar algunas de las webs de asociaciones como  P.A.C.A o Peka, donde encontrarás información útil, asesoramiento legal y recursos para defender tus derechos como viajero.

Preguntas frecuentes

  • ¿Es legal dormir en una furgoneta aparcada? Sí, mientras no saques elementos externos ni infrinjas ordenanzas locales.
  • ¿Por qué hay tantos conflictos con los vecinos? Desinformación y prejuicios. La mayoría de viajeros respetamos las normas.
  • ¿Puedo recurrir una multa por pernoctar? Sí, especialmente si no estabas acampando.
  • ¿Qué papel juegan los campings? Algunos presionan para restringir la pernocta libre y monopolizar la oferta.
  • ¿Dónde puedo pernoctar legalmente? Además de en la vía publica en zona de estacionamiento.  En áreas públicas específicas, parkings habilitados o campings si deseas usar sus servicios.

Nota final: Aunque en este artículo hablo de situaciones reales que he vivido, quiero dejar claro que no todos los campings son iguales, ni todos están en contra de la acampada libre. Algunos campings incluso apoyan modelos mixtos de pernocta y fomentan la convivencia. El problema surge cuando unos pocos intentan imponer sus intereses a costa de la libertad de los demás.

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